El éxito en la vida depende de muchos factores. Uno de ellos es aprender a gestionar adecuadamente el tiempo, de modo que podamos aplicarlo a lograr nuestros objetivos. Por ello, ésta es una de las habilidades más importantes que podemos enseñarle a nuestros hijos. ¿Cómo se maneja el tiempo?
La clave parece ser establecer prioridades. Para ello, quiero contarles un cuento que probablemente ya conozcan. Aquí está la versión corta:
Un profesor entró a la clase y colocó una gran pecera en el frente del aula. A continuación, puso unas piedras grandes en ella y preguntó a la clase: “¿Esta pecera está llena?”. “No,” –respondieron los alumnos– “queda espacio entre las piedras.”
Acto seguido, el profesor tomó un balde con pequeñas piedras y rellenó el espacio. “¿Y ahora?”. Algunos respondieron que si y otros que no.
Entonces tomó un balde con arena y rellenó aún más los espacios. “¿Y ahora?”. La mayoría respondió que sí, aunque había algunos todavía no convencidos.
Finalmente, el profesor tomó un balde con agua y ocupó completamente el espacio en la pecera. “Consideren que esta pecera es su agenda: ¿Cuál es la moraleja?” preguntó. Alguien arriesgó “Que siempre podemos apretar alguna actividad más entre las otras.”
“No” –respondió el profesor– “La moraleja es que si no colocamos las piedras grandes primero después no entran.”
Una de nuestras labores como padres es enseñar a nuestros hijos que primero deben cumplir con las prioridades. Y sigue la pregunta: ¿Y cuáles deben ser las prioridades de nuestros hijos?
No creo que exista una respuesta correcta para ello. Cada familia tendrá distintas ideas al respecto. Pero me pareció bueno compartir con ustedes las prioridades que negociamos con (o impusimos a) nuestros hijos, ya que pueden ayudar a su propia reflexión y decisión.
Nuestras prioridades son:
· Primero: la familia. Tiene que haber un momento en que la familia se reúna para conversar sobre los eventos del día. Para nosotros ese momento es la cena, que tiene asistencia “obligatoria” sin importar qué otra cosa estén haciendo en ese momento. La cena es sin televisor, sin atender teléfonos, sin lectura. Todos sentados a la mesa, a veces conversando, a veces en silencio. Y con una pregunta de rigor que todos tenemos que contestar: “¿Cómo te fue hoy? Contame qué hiciste.”
· Segundo: el estudio (para los grandes, el trabajo). Todos los días tienen que dedicar parte de su tiempo a cumplir con sus obligaciones, de modo que la carga pueda repartirse en el tiempo. Si esta prioridad no está clara, el estudio suele acumularse para el último minuto y los resultados a largo plazo no son buenos, más allá que puedan “zafar” de algún examen.
· Tercero: los amigos. Tienen que reunirse periódicamente. Fomentar buenas relaciones requiere invertir tiempo. Si no se ven en la escuela o en una actividad pautada, la frecuencia en general depende de la distancia donde vivan y la disponibilidad de los padres para acercarlos. Debemos organizarnos para poder llevarlos regularmente. Un consejo: nunca castigar privándolos de estar con sus amigos.
· Cuarto: los deportes y actividades al aire libre. La vida actual ha reemplazado mucho del tiempo al aire libre por actividades puertas adentro, privando a nuestros hijos de la correspondiente actividad física, esencial para evitar problemas tan comunes como stress, sedentarismo y obesidad.
· Quinto: las artes y lectura. Debemos promover el hábito por la lectura y que incorporen un arte (música, dibujo, etc.) que les ayude a generar paz de espíritu. En nuestro caso, la idea es que todos los días lo hagan un poquito y siempre antes de la prioridad siguiente.
· Sexto: la televisión y juegos electrónicos. En cualquiera de sus versiones, la “niñera electrónica” ha tomado un rol relevante en la vida moderna, generalmente desplazando las actividades al aire libre. Por supuesto que tiene algunas ventajas (los niños están protegidos en casa), pero también muchas desventajas (promueve la cultura de la satisfacción inmediata, incita al sedentarismo, etc.), que se incrementan en el caso de juegos violentos o que aplauden conductas delictivas, los que contribuyen al deterioro de los valores de la sociedad en que viven nuestros hijos.
Establecer un horario para cada actividad ayuda a cumplir con las prioridades. Hacer la misma actividad todos los días a la misma hora (una rutina) ayuda a sincronizar encuentros y evita perder tiempo negociando horarios cada día. Por ejemplo, además de los horarios que durante el año escolar impone la escuela, en nuestra familia funcionó establecer una rutina para concluir el día: “ocho a bañarse, nueve a cenar y diez a dormir”, con media hora más para leer en la cama quien quiera hacerlo.
Determinar prioridades permite tener claros criterios para decidir entre actividades que se presenten al mismo momento, aunque muchas veces podrán combinarse. Por ejemplo, si uno de mis hijos tiene un amigo en casa y es hora de cenar (familia y amigos), ambos tendrán que venir a la mesa aunque ya hubieran comido, porque la cena no es sólo para alimentar el propio cuerpo sino también el espíritu familiar.
Por supuesto que habrá excepciones (esto es un hogar, no un cuartel), y también casos que requieran mayor análisis y negociación. Por ejemplo: cuando están con un juego electrónico y al mismo tiempo conectados con sus amigos via Skype ¿debemos insistir en que salgan al aire libre o cumplan con un tiempo de lectura? Mis hijos sostienen que lo que hacen es estar con amigos, y que estar con amigos tiene prioridad. Cuando lo resolvamos, les cuento.
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