viernes, 18 de enero de 2013

Actividades peligrosas

Me crié en un pueblo del interior. A la hora de la siesta mis padres me dejaban salir al patio pero no a la calle. En esas horas aburridas, uno de mis entretenimientos fue intentar prender fuego con kerosene sobre uno de cuatro tanques donde guardaban la reserva para la calefacción de todo el invierno. Nunca lo logré. Otro entretenimiento era dar la vuelta a la manzana caminando sobre techos de todas las casas de la cuadra, saltando entre chapas oxidadas y cornisas con verdín. Nunca me caí. También conecté lamparitas a cables pelados, salté con paraguas sobre pilas de leña, corrí entre trenes en movimiento en la playa de maniobras, sostuve blancos para tiro en polígonos, y otras actividades que hoy me aterraría que mis hijos intenten. Antes de los 18 años tuve cuatro quebraduras, treinta y tantos puntos, y un dedo tan reventado que no lo pudieron coser. ¿Qué hacer para que mis hijos no corran esos riesgos?

En líneas generales, la extrema preocupación en materia de seguridad de los tiempos en que vivimos nos ha llevado a reducir las libertades que damos a nuestros hijos. En mi infancia podíamos salir a la calle sin la supervisión de ningún adulto y jugar con otros chicos del barrio hasta casi la noche. Hoy día, aún con niños hipercomunicados (cada uno tiene un celular en su bolsillo) no los dejamos alejarse solos más que unos pocos metros. Si tienen actividades fuera de casa, generalmente son pautadas y los lleva un adulto. Y no les permitimos hacer nada que consideremos peligroso.

¿Esto es útil para reducir sus riesgos? Creo que no, sino que a lo sumo los pospone y aumenta. En general, cualquier joven siente atracción hacia lo que un adulto considera peligroso, ya que no sabe evaluar los riesgos. Si le prohibimos hacer algo, tarde o temprano lo hará cuando no estemos presentes. En ese momento no podremos enseñarles a hacer las cosas con precaución ni ayudarlos si tienen un accidente. Por lo que tenemos que encontrar otra manera de reducir los riesgos.

Tiempo atrás reflexionamos sobre este tema con mi señora y decidimos que permitiríamos a nuestros hijos hacer casi cualquier actividad peligrosa, en tanto cumplieran ciertas reglas. Hasta ahora esto implica que nuestros hijos:
·        pudieron jugar con fuego desde los tres años. Hoy los llamo para que prendan el fuego del asado y ya están aburridos; 
·        en su pubertad están aprendiendo a manejar armas: han practicado esgrima con florete, están practicando tiro con arco, cada tanto jugamos al paintball;
·        han manejado diversos vehículos: bicicleta, caballo, cuatriciclos en la arena, karting; y
·        hemos tenido alguna salida de aventura en espacios naturales haciendo rafting.

Las reglas que nos permitieron hacer estas actividades peligrosas reduciendo los riesgos han sido:

1. Primero aprende y cumple las reglas de seguridad. Toda actividad tiene sus reglas de seguridad. Para realizar la actividad sin inconvenientes, hay que aprender esas reglas con gente experta. Como padres estamos dispuestos a pagar el entrenamiento de un experto (generalmente muy accesible) para que nuestros hijos las aprendan. Una vez aprendidas, hay que respetar las reglas. Ello puede impedir que uno llegue a los extremos, pero asegura que pueda repetirlo.

2. Utiliza el equipo adecuado. Muchas actividades requieren un equipo especial, diseñado para evitar lesiones graves. Generalmente es caro. Se puede alquilar en las primeras ocasiones y, una vez que los chicos consideran la actividad como largo plazo, puede comenzar a comprarse de a poco, prefiriendo los de mayor seguridad a los de mayor rendimiento. Un protector ahora, otro equipo la próxima vez que realicemos la actividad.

3. Mamá o papá deben estar cerca. Un experto en la actividad puede cuidarlos mucho mejor que los padres. Pero la presencia de los padres también genera que los expertos les presten más atención a los chicos, lo que es esencial cuando se trata de actividades peligrosas. Nuestra presencia también permite que les demos apoyo si lo necesitan, lo que reasegura su confianza y les permite lograr mejor rendimiento. Por otra parte, como las actividades suelen ser interesantes para uno de los padres, nos da la oportunidad de acompañarlos, lo que nos permite evaluar mejor los riesgos y compartir hermosos momentos juntos. Además, eso genera que nunca tengan problema en avisarnos de cualquier actividad peligrosa que quieran hacer, ya que saben que tendrán permiso cumpliendo ciertas reglas (que, a veces, implica que tendrán que esperar algunos años hasta tener la edad o contextura adecuada).

4. “Primero haces caso, después te explico”. Esta una regla esencial que utilizamos como mecanismo de seguridad: primero obedecen y después reciben una explicación. Nuestros hijos saben que, como padres, tenemos la decisión sobre si pueden hacer algo o no, dónde, cómo y cuándo. Hay veces que tenemos posibilidad de explicarles una decisión antes que la cumplan, y otras veces no, así que para crear hábito la pregunta “¿por qué?” nunca se contesta antes que hagan caso y siempre se contesta después. El ejemplo usual es que si le digo “salí de ahí” porque vi venir un camión, tiene que obedecer enseguida porque no hay tiempo de explicar. Algunas veces la regla se olvida momentáneamente y cuestionan alguna instrucción. En diverso tono –según el riesgo que estén corriendo– les recordamos “primero haces caso, después te explico”. Y la explicación posterior se da siempre. Pueden compartirla o no, pero saben que lo hacemos teniendo en cuenta lo mejor para ellos. Y la discusión se da cuando ya no están en riesgo. Además, también saben que si no obedecen, no se repetirá una actividad de riesgo similar.

Hasta ahora no tuvimos ningún accidente y tenemos hermosos recuerdos juntos. No sé qué haremos cuando elijan algunas actividades que no me gustan nada, pero eso aún no ocurrió. Espero poder disuadirlos (una negociación no es mala idea, como cuando mi madre me permitió hacer el curso de piloto civil a cambio que no hiciera el de paracaidista). Y si no logro disuadirlos, al menos me aseguraré que tomen todas las precauciones para que no les pase nada.

Les deseo el mayor de los éxitos cuando lo intenten. Los recuerdos son imborrables.

***

No hay comentarios:

Publicar un comentario