jueves, 30 de octubre de 2014

Nuestros hijos y el dinero (Parte 4)

En la parte anterior de esta nota nos enfocamos en los conceptos a transmitir en la infancia de nuestros hijos, aproximadamente de 6 a 10 años. Continuamos aquí con los conceptos a transmitir en la pubertad, etapa que abarca aproximadamente desde los 11 a los 13 años.

9. Qué es ser rico. Generalmente la gente asocia el consumo de bienes con la posición socioeconómica. Mirando la casa, el auto, la vestimenta, algunos bienes de lujo y el lugar donde pasa las vacaciones, el común de la gente suele definir la pertenencia al nivel socioeconómico bajo, medio o alto de otras personas.

Otro enfoque se concentra en el patrimonio familiar. Así, aproximadamente estas categorías corresponden a familias que tienen un patrimonio menor al de una vivienda media, levemente superior a una vivienda media (p.e. vivienda, un par de automóviles y algunos ahorros) o superior a dos viviendas medias. Este enfoque es un poco más refinado, pero no está demasiado alejado de la definición previa.

Pero estos enfoques están equivocados. Pertenecer al nivel socioeconómico alto (o “ser rico”) no es un tema de consumo o stock (cantidad guardada) de riqueza, sino de flujo. Rico es aquella persona cuyos ingresos provenientes de inversiones (rentas pasivas) son suficientes para cubrir sus gastos de vida (gastos ordinarios, incluyendo algunos gustos) sin necesidad de consumir su capital.  En otras palabras, rico es quien –conservando su patrimonio– puede vivir cómodamente sin trabajar, con independencia que decida trabajar o no.

Quienes consideran la riqueza como stock se desesperan por ganar o acumular la mayor cantidad posible. Pero el objetivo no debiera ser convertirse en el cadáver más rico del cementerio (“El que se muere con más juguetes, gana” según leí en algún calco pegado en un automóvil) sino obtener ingresos pasivos que le otorguen libertad para elegir si quiere trabajar o no, y disfrutar de la vida según sus propios gustos.

En consecuencia, para ser rico no es suficiente “juntar dinero” sino que es necesario “aprender a invertirlo” para que genere la renta que otorga libertad para decidir trabajar o no. Entonces ¿Cuánto dinero es necesario para “ser rico”? No hay un “número mágico” estático. El número dependerá del nivel de vida que quiera tener y del conocimiento que tenga para hacer rendir sus inversiones.

Transitoriamente podrá existir quien recibió una cantidad de dinero que le permita darse la gran vida (quien ganó la lotería, recibió una herencia, ganó enorme fortuna en el deporte o farándula), pero el mundo está lleno de historias de quienes dilapidaron una fortuna por no saber invertirla.


¿Cómo podemos enseñar esto en la práctica? Algunas sugerencias serían: (i) genere su interés: muéstrele un menú de alternativas de inversión (plazo fijo, fondo común de inversión, un bono o una acción) y otórguele un monto para invertir por un plazo, compartiendo el resultado de la inversión; (ii) calcule su “número mágico”: siéntese con él a considerar cuál sería un nivel de vida razonable, qué costo tendría y qué capital necesitaría invertir a plazo fijo para generar la renta necesaria para cubrir esos gastos; (iii) obtenga una encuesta de remuneraciones y converse con su hijo cuánto se gana en diversos trabajos, qué tareas se hacen en cada uno, y qué preparación se necesita para acceder a ellos; (iv) determine el valor de los trabajos que le interesen, calculando cuánto dinero debería invertir a plazo fijo (u otra inversión accesible de su preferencia) para ganar lo mismo.

10. No se endeude. La sociedad actual presenta innumerables tentaciones junto con la posibilidad de adquirirlas aunque uno no tenga el dinero disponible, a través de ventas en cuotas, préstamos personales, tarjetas de crédito y varias otras modalidades de crédito.

El problema es que comprar a crédito genera intereses y otros costos financieros (seguro de vida, gastos administrativos, etc.) que encarecen significativamente el costo de cualquier compra. Incluso en aquellos casos de compras en “cuotas sin interés”, generalmente estará renunciando a obtener un significativo descuento si realiza la misma compra al contado.

Comprar a crédito le saca dinero de su bolsillo, ya que tiene que pagar esos intereses y costos financieros a empresas que están haciendo negocio a expensas de su falta de disciplina financiera y resistencia a las tentaciones. Podrá ahorrar mucho (y comprar más, si ese es su gusto) si demora las compras hasta reunir el dinero para pagarlas al contado.

Para evitar endeudarse, confeccione un plan de ingresos, gastos y ahorros, y evite compras fuera de ese plan. No use la tarjeta de crédito para comprar algo que no pueda pagar en efectivo. Si utiliza la tarjeta de crédito, asegúrese de pagar el total del resumen mensual. Caso contrario, le cargarán enormes intereses (los intereses de las tarjetas de crédito suelen ser los más altos de mercado. Si se encuentra en esa situación, es preferible gestionar un préstamo personal y pagar la totalidad del saldo de la tarjeta). Recuerde que puede haber una emergencia que no pueda pagar al contado y requiera cargarla a la tarjeta de crédito. Por eso es importante que reserve el uso de la tarjeta para ítems extraordinarios y pague al contado los ítems diarios.

También tenga presente que cuando Ud. esté en una posición cómoda, no faltará quien le pida una ayuda financiera. En esos casos: (i) no preste lo que no puede perder. Si le piden prestado $10, es preferible regalar $3 y no prestar $10 que le costará mucho recuperar o nunca podrá hacerlo, con la consiguiente amargura; (ii) no dé garantías. Dar una garantía es lo mismo que dar un préstamo. Si la persona garantizada no paga, deberá hacerlo Ud. y generalmente con intereses y recargos, ya que no le avisarán de la falta de pago hasta bastante tiempo después y generalmente no tendrá de donde resarcirse una vez hecho el pago; (iii) no preste la tarjeta de crédito. Alguna vez le pedirán utilizar su tarjeta para acceder alguna promoción, prometiendo darle los fondos a medida que venzan las cuotas. Llegado el momento, le será muy fácil a quien usó su tarjeta decirle que tuvo algún inconveniente, mientras que la emisora de la tarjeta igualmente le cobrará las cuotas o recargos a Ud.

Actividades para enseñar esto en forma práctica incluyen sentarse con su hijo a: (i) revisar y conversar las tasas de interés y costo financiero total de préstamos hipotecarios, préstamos personales y financiamiento del resumen de la tarjeta de crédito; (ii) calcular cuánto tardaría y qué costo tendría repagar $1.000 haciendo los pagos mínimos mensuales de la tarjeta de crédito; (iii) calcular cuál sería el precio final a pagar por la compra de algún bien determinado si lo compra al contado o con diversos mecanismos de crédito, (iv) converse sobre todo lo que podría comprar con la diferencia de precio entre comprar al contado y comprar a crédito.

11. Ahorre con un objetivo de corto plazo. Ahorrar es difícil, ya que existen muchas tentaciones para gastar ese dinero en la inmediata satisfacción de otros deseos. Ahorrar se hace más fácil cuando uno tiene un objetivo razonable y medianamente cercano.

Ayude a sus hijos a establecer un objetivo razonable para ellos (dependerá de los ingresos que tengan, sea de la asignación semanal, regalos de familiares, pago por pequeñas tareas como lavar el automóvil, lustrar los zapatos, o similares) y un recipiente especial y separado para juntar los ahorros destinados a ese objetivo. En nuestra experiencia, es ideal que ese objetivo tome varios meses pero menos de un año, para que sea desafiante y a la vez permita mantener la atención enfocada en el tema. Si se trata de algo demasiado grande para ellos, Ud. puede acordar los ayudará contribuyendo un porcentaje de lo que ellos ahorren, participando en las alegrías (y tristezas) del proceso. Recuerde repetir esta experiencia varias veces.

12. Tenga cuidado. El mundo es un lugar hermoso. Pero también es peligroso para quien es ingenuo o descuidado. Así como Ud. no pasearía por una calle peligrosa mostrando billetes en la mano, invitando a que lo roben, también tiene que cuidarse de otras acciones igualmente peligrosas. Y enseñarles a sus hijos que hagan lo propio.

Algunos consejos al respecto incluyen:

  • Sea reservado en cuestiones de dinero. Cuánto gana, cuánto tiene, dónde lo tiene, es información que debe compartir con muy pocas personas. No hable de dinero con extraños. En la misma línea, no haga ostentación de riqueza (exhibiendo bienes de lujo, comentando viajes exóticos, u otras muestras de consumo) ya que eso lo convierte en un potencial objetivo de un robo o secuestro extorsivo.
  • No brinde información que pueda ser utilizada para evaluar su riqueza, o información personal (fecha de nacimiento, teléfono, dirección particular, lugar de trabajo o estudios, etc.) que permita suplantar su identidad. Los estafadores pueden utilizar esa información para obtener tarjetas de crédito o falsear documentos a su nombre, dejándolo con una enorme deuda a pagar.
  • Tenga cuidado con las transacciones en línea: (i) Evite informar los datos de su tarjeta de crédito a diversos sitios en línea. Es preferible suscribirse a un único sitio de pagos (Paypal o similar) donde podrá dar los datos de su tarjeta de crédito y dar de baja la tarjeta inmediatamente en caso de noticia de hackeo. (ii) Utilice un grupo de contraseñas diferentes para sus distintos accesos electrónicos a sitios donde maneje pagos o dinero. Por ejemplo, su contraseña de correo electrónico debe ser distinta a la utilizada para las transacciones bancarias en línea, ya que si un tercero averigua una de ellas, no debe servirle para ingresar a otros sitios. (iii) Tenga un software de detección de amenazas en línea actualizado; será más barato que el monto que puede perder si un hacker accede a su cuenta bancaria.
  • Manténgase informado sobre los riesgos más comunes en el contexto en que Ud. se mueve, y esté atento a detectar signos de que podrían materializarse. Mantenga a sus hijos informados. Con uno de mis hijos, corazón de oro pero algo ingenuo, fue muy útil compartir diversas anécdotas de famosas estafas (tales como la venta del Obelisco o la Torre Eiffel, un buzón o un tranvía) o mostrarle cómo se hacen algunas trampas en juegos de mesa.

Estos hábitos deberán aprenderse por repetición. Un amigo me dijo una vez que a los hijos “lleva un año enseñarles a hablar y veinte a callarse”, por lo que no tengo más consejo práctico para enseñar este punto que conversar sobre los peligros en reiteradas oportunidades, en lo posible acuñando frases cortas que les permitan recordarlos en el momento esencial: No hables de dinero con nadie fuera de la familia. No hagas ostentación de riqueza. No pongas datos personales en internet. No compartas tus contraseñas con nadie.


En la próxima parte de esta nota nos referiremos a conceptos a introducir en las etapas siguientes de la vida de nuestros hijos, la adolescencia (15 a 18 años) y juventud (más de 18 años).


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