domingo, 14 de abril de 2013

El atroz encanto de ser argentinos

En un posteo anterior Federico reprodujo una carta preparada para nuestros hijos sobre las 6 decisiones más importantes de su vida. Una de ellas se refería a su autoestima ¿elegirán quererse a sí mismos? La autoestima es la opinión que una persona tiene sobre sí misma. Como todos tenemos virtudes y defectos, la autoestima -como toda opinión- depende de los elementos en los que cada uno se enfoque. Quién se fije en sus propias virtudes, se concentre en sus logros y trabaje para superarse, tendrá una excelente autoestima, que le permitirá obtener mayores logros.

El mismo criterio aplica para un pueblo. El pueblo argentino tiene una alta opinión de sí mismo, la cual -de tanto en tanto- se fortalece con la aparición de grandes personalidades en distintas áreas: Favaloro, Messi, el papa Francisco y tantos otros. Y eso juega a favor y en contra. ¿Cómo?
 
Creo que nos cuesta entender que esa elevada autoestima genere al mismo tiempo esas grandes personalidades (a quienes el éxito de otros compatriotas inspiró para que ellos también se animasen y triunfaran en sus respectivos campos) y este país tan desordenado. Personalmente creo que la elevada autoestima como pueblo lleva a muchos individuos a creerse superiores a otros compatriotas, y por ello sentirse exentos de cumplir reglas creadas por quienes ellos ven como inferiores. Esto genera tremendas dificultades para coordinar el esfuerzo colectivo y obtener éxitos en equipo, ya sea que se trate de la selección nacional de fútbol o la economía nacional.

Mirando el tema desde Chile, Andrés Benítez lo expuso con maestría en una nota con el título de este posteo, publicada en La Nación el 19 de marzo de 2013, que reproduzco abajo.

Sólo me queda esperar que, como pueblo, alguna vez comprendamos que ser más humildes puede ayudarnos a ser mejores, proveyendo el equilibrio necesario para tener a la vez personalidades relevantes y un país ordenado.

SANTIAGO, CHILE.- Que el nuevo papa sea el primer americano ha impresionado a todo el mundo. A los chilenos, sin embargo, nos llega con más fuerza un solo dato: que es argentino. Para muchos, no se trata de algo grato, porque miramos con mucho recelo a nuestros vecinos. Salvo unos pocos, como un amigo que me dice, "por fin ha quedado claro que son mejores que nosotros". Bueno, no sé si es así, pero, nos guste o no, la verdad es que ellos generan un encanto, algo que nos cuesta entender, en parte porque los vemos como rivales. Pero al final, aunque nunca lo confesemos, también nos gustaría encantar así. Y no sabemos cómo hacerlo.

¿Qué tienen los argentinos? Bueno, aquí tenemos claro lo que no tienen. Nos gusta decir que es un país que dilapidó su situación económica. Recordar que eran uno de los diez más ricos del mundo y que hoy está en la ruina. Y si bien ello es cierto, también lo es que siguen siendo una nación muy rica en personas que se destacan a nivel internacional. El papa Francisco es un ejemplo más.

Tener individuos destacados es tan importante como tener una sociedad organizada. Es cierto, sin sus compañeros, Messi, probablemente, no sería el mejor. Pero él no es uno más; es el alma, el motor de Barcelona. El que genera la pasión, y por ello su presencia es fundamental. Porque en el fútbol, como en toda actividad, no basta ganar; también hay que encantar.

Las figuras argentinas no nacen solas, la sociedad las potencia, las adora, llevándolas a estados superiores. Y las defienden cuando caen en desgracia, como a Maradona. Para ellos, todos son los mejores del mundo, cosa que a los chilenos nos revienta, porque nosotros somos exactamente lo contrario. Y si son ganadores, los tiramos para abajo. Como a Pablo Neruda, por ejemplo, que lo ninguneamos. Porque era comunista, dicen algunos. Porque era creído, otros. A Neruda le hubiera convenido ser argentino, porque sería el mejor.

Algunos dicen que esto tiene que ver con nuestra baja autoestima, que no nos creemos el cuento. Que nos molesta ver el éxito ajeno y por eso castigamos al que lo alcanza. Claro, uno podría decir que los argentinos tienen demasiada autoestima. Pero les resulta, ellos sí se la creen y generan héroes. Y por eso generan personas que llaman la atención en todo el mundo, mientras los chilenos no encantamos a casi nadie. Ni siquiera a nosotros mismos.

Todo este encanto seduce, entusiasma y logra grandes individualidades. Pero también es atroz cuando la sociedad no funciona. Pero la mezcla contraria también es mala. Es cierto, tener una economía ordenada sirve para pagar las cuentas. Pero vivir para eso no conmueve a nadie. Porque al final del día, la estabilidad sólo genera el piso sobre el cual podemos construir. Llegar al techo requiere de personas notables, que corren riesgos inesperados, que se creen el cuento. Y esos tipos generan entusiasmo necesario para que todos avancen. Apostar a ellos es fundamental.

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