“Se llevó la materia. ¿Cómo es posible? Si él sabe. ¡Fue la #%$# de la docente!” ¿ Le suena conocido? En este caso o cualquiera de sus variantes donde creamos que se cometió una injusticia, ¿qué hacer?
Primero hay que tener presente que la vida escolar presenta un mundo simplificado respecto a la vida adulta que le sigue. En ambas hay reglas y relaciones de poder, escritas y no escritas. Y aquí se presenta una oportunidad para aprender a gestionar estas relaciones desde una situación de debilidad relativa, que el niño de hoy enfrentará muchas veces en la vida (como empleado, como consumidor, como ciudadano y otras).
Por supuesto, cada caso deberá adaptar sus acciones a las circunstancias, pero el siguiente menú puede ayudarlo a analizar sus próximos pasos:
1. Hacerse responsable. Hay dos actitudes básicas frente a la vida: víctima y responsable. Quien se pone en víctima se dice a sí mismo que no puede hacer nada. Quien se pone en responsable se dice a sí mismo que tiene el control. Lo sorprendente es que cualquiera que elija, tiene razón. Profecía auto-cumplida, que le llaman. Entonces… elija poder.
Por supuesto, cada caso deberá adaptar sus acciones a las circunstancias, pero el siguiente menú puede ayudarlo a analizar sus próximos pasos:
1. Hacerse responsable. Hay dos actitudes básicas frente a la vida: víctima y responsable. Quien se pone en víctima se dice a sí mismo que no puede hacer nada. Quien se pone en responsable se dice a sí mismo que tiene el control. Lo sorprendente es que cualquiera que elija, tiene razón. Profecía auto-cumplida, que le llaman. Entonces… elija poder.
Hacerse responsable implica hacer un esfuerzo activo para cambiar uno y el entorno. La escuela tiene algunas reglas claras y la primera es estudiar. Así de fácil. Hoy será estudiar para el examen. El año próximo será estudiar un poco durante todo el año. Es como pagar una deuda, es más fácil hacerlo una vez y en cuotas.
2. Gestionar la relación. Para avanzar en la vida no es suficiente cumplir los objetivos. Para avanzar en la escuela no es suficiente estudiar. En ambos casos es necesario tener buenas relaciones con la gente que influye en nuestro progreso. Las emociones humanas juegan un papel tanto o más grande que el conocimiento. Estas emociones nos llevan a ayudar a aquellos que nos agradan.
Si bien es imposible agradarle a todo el mundo, toda relación requiere gestión. Si uno quiere conservar o mejorar una pareja o una amistad, hay que comunicarse regularmente, mantener algún interés en común, e invertir tiempo en el otro. Eso es necesario para gestionar una relación simétrica o entre iguales. En el caso de una relación asimétrica o entre desiguales, sea con un docente, un jefe o un gran cliente, hay que hacer… ¡lo mismo!
¿Es correcto gestionar la relación con la profesora, o –mañana– con el jefe? ¡Por supuesto que sí! Y también es necesario. Un docente enojado no nos ayudará en un examen. Un jefe disconforme no nos dará un ascenso. Un cliente enojado no nos comprará.
3. Aprender las reglas. Toda relación tiene reglas. En algunos casos son claras: en un partido de futbol no se puede tocar la pelota con la mano, salvo el arquero en cierta zona. Pero también existen las reglas no escritas: si pateas a otro jugador, la próxima vez te patearán a ti.
La relación con el profesor es más compleja, pero también tiene sus reglas escritas y no escritas. El alumno ya está en una situación de debilidad frente al docente (por su rol, edad y experiencia) como para darse el lujo de no conocer las reglas. Sea que asista a una escuela pública o privada, hay un reglamento académico dictado por la autoridad de educación, que la escuela está obligada a aplicar. No todo docente o directivo la conoce, y si no la conoce no la va a aplicar. Tu tarea es conocer las reglas y hacerlas conocer a los demás.
Por supuesto que esto debe hacerse con cuidado (nuevamente, se debe gestionar la relación). Traer el reglamento a la mesa llamará la atención, y algún docente tiranuelo lo podrá tomar como un desafío a su autoridad y tomar represalias. Aquí habrá que obrar con prudencia, avanzando de a poco, dejando saber que hay reglas que obligan a ambas partes. Lograr que la gente obedezca las reglas lleva tiempo, así que cuanto antes comience, más temprano verá resultados.
4. Llamar a la caballería. Hay veces que hay que hacer una demostración de fuerza, y para ello es necesario convencer a quienes la tienen que la utilicen. Si el alumno no pudo convencer a su docente que obró incorrectamente porque tomó evaluación de un tema que no estaba incluido en el temario, lo calificó equivocadamente, le aplicó una mala nota por un tema de conducta, o aplicó una sanción colectiva sin respetar el principio básico de personalidad de la pena, habrá que recurrir con el planteo a la instancia superior. Cuando el alumno es un menor (la mayoría de edad se tiene a los 18 años), esto corresponde a sus padres.
Lo usual es escalar el planteo a una instancia por vez; primero hablar con el docente, después con uno o varios directivos, y si esto no funciona, recurrir a un inspector de la autoridad escolar, o a la autoridad de defensa del consumidor (en caso que sea una escuela privada), o al INADI (Instituto Nacional contra la Discriminación). Si nada de ello funciona, considere un abogado o evalúe un cambio de institución.
Cuando plantee su caso, intente llegar a un acuerdo respecto a los pasos para solucionarlo, pero no amenace ni avise cuál será su paso siguiente si la solución no funciona.
Tenga presente que docentes y directivos comparten un espíritu de cuerpo, por lo que no se debe sorprender si su reacción inicial es de respaldo al docente. La profesión y convivencia diaria, compartir problemas similares, dificultad para conseguir personal calificado, hacen difícil que un directivo acepte en forma inmediata una crítica a alguien de su equipo, más cuando su queja sólo tendrán que escucharla de vez en cuando.
No se olvide de documentar toda comunicación por escrito (cuando solicite una reunión, envíe una nota con sus puntos para guiar la reunión y que se agregue al acta que redacten). Tampoco olvide que los demás alumnos pueden compartir el mismo problema y tienen padres. Armar una comisión de padres para tratar el mismo tema puede ahorrar tiempo y darle fuerza (razón exacta por la cual los directivos intentarán evitar los planteos y discusiones conjuntas). También existe la posibilidad de difundir el problema al público mediante folletos, blog o website.
Evalúe hasta dónde quiere llegar. Hablar con los docentes o directivos es fácil pero usualmente genera poco resultado. Si avanza un paso más, la relación se verá afectada en forma positiva o negativa dependiendo las circunstancias. Recuerde que la escuela perfecta no existe, y que Ud. tiene que evaluar qué defectos tolerará.
5. Considerar un cambio. Si la situación escaló en forma desproporcionada, o la institución tiene defectos que no tolera, recuerde que a veces es mejor evaluar un cambio de escuela o colegio.
Otra alternativa es estudiar en el hogar y presentarse a rendir ante una comisión evaluadora en forma periódica. Este sistema (homeschooling) está ampliamente desarrollado en países anglosajones, y es reconocido por la Ley Nacional de Educación para ciertos casos. Si su situación lo amerita y tiene oportunidad de implementarlo, esta puede ser una solución creativa a algunos problemas que no se pueden solucionar sin atención personalizada.
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