sábado, 31 de mayo de 2014

Programar a nuestros hijos para el éxito

Nuestros hijos no son computadoras. Pero su cerebro (y el nuestro) adopta modos de pensar recurrentes que generalmente producen resultados muy parecidos entre sí. Si logramos que incorporen modos de pensar que generen ciertos resultados en particular podremos incrementar sus chances de éxito en la vida, como sea que lo entendamos: riqueza material, tiempo libre, prestigio académico, reconocimiento social, conquistas deportivas, etc.

1. Existen muchas herramientas que nos pueden ayudar para lograr esta meta. Así, la Programación Neuro-Lingüística (PNL) aporta algunas herramientas muy útiles, que vale la pena conocer.

La PNL parte de la base que los seres humanos utilizamos el lenguaje (soft) para ordenar nuestros pensamientos y comunicarnos con los demás, y esta organización afecta nuestro organismo a nivel neurológico (hard).

La “programación” son las diversas maneras en que el lenguaje nos permite ordenar las ideas, a través de las cuales filtramos el mondo externo. Un mismo bosque se verá muy distinto según que lo miremos con el pensamiento de un leñador, un botánico, un artista o un desarrollador inmobiliario. Por tanto, si una persona va por el mundo buscado cosas malas, encontrará cosas malas. Y si otra persona va por el mundo buscando oportunidades, encontrará oportunidades. La oportunidad estará allí para todos, pero sólo la verá quien la esté buscando. Por lo tanto, cambiando su visión, una persona puede cambiar su mundo.

Un cuento ilustra claramente esta situación:

Dos vendedores de zapatos que llegan a una isla tropical. Al llegar al lugar, ambos ven que la gente camina descalza. Uno de ellos, comunica a su casa central “Viaje fracasado. Aquí la gente no usa zapatos. Vuelvo a casa.” El otro comunica “Oportunidad del siglo. Aquí nadie tiene zapatos. Manden diez mil pares.”

Ambos vendedores vieron lo mismo, pero sólo la programación adecuada permitió encontrar la oportunidad.

2. Cuando una persona llega a edad adulta y puede reflexionar sobre estos temas, podrá elegir qué visión tener. Pero en los niños, estas visiones son impuestas por su entorno mediante los mensajes que le transmite. ¿Quién cree Ud. que tendrá una mejor programación: aquel niño a quien continuamente lo descalifican diciéndole tonto, torpe, distraído, irresponsable, etc., o aquél a quien lo califican de genio, inteligente, sorprendente?

Por supuesto que los padres cargamos con nuestras propias programaciones, en una sociedad que se enfoca mucho más en castigar el error que en felicitar el intento. Así, cuando algo sale mal a algún niño, los adultos tenemos la opción entre decirle “burro” (descalificarlo y programarlo para el fracaso) o decirle “inténtalo de nuevo, que vos podés” (alentarlo y programarlo para el éxito).

Y cuanto más importante sea para el niño la persona que se lo dice, más hondo calará esa visión. Por ello la relevancia de la programación que imparten los padres.

Por supuesto que los padres podemos pasar por situaciones de enojo o frustración con nuestros hijos. A veces, al calor de una situación enojosa, queremos hacer cualquier cosa menos alentarlos. Sin embargo, son justamente estas situaciones cargadas emocionalmente las que más enseñan. Por ello es que aquí es cuando nuestro esfuerzo de voluntad tiene mayor valor.

Hay un cuento en particular que describe bastante bien esta situación:

Un viejo cacique de una tribu estaba teniendo una charla con sus nietos acerca de la vida. Los niños querían saber sobre muchas cosas; cómo ser buenas personas, por qué había personas malas, por qué tenían malas intenciones, etc.

El viejo cacique les dijo: “Una gran pelea está ocurriendo dentro de mí. Es entre dos lobos. Uno de los lobos es maldad, temor, ira, envidia, dolor, rencor, avaricia, arrogancia, culpa, resentimiento, inferioridad, mentiras, orgullo, competencia, superioridad, egolatría. El otro es bondad, alegría, paz, amor esperanza, serenidad, humildad, dulzura, generosidad, benevolencia, amistad, empatía, verdad, compasión y fe. Esta misma pelea está ocurriendo dentro de ustedes también, y dentro de casi todos los seres de la tierra.”

Lo pensaron un minuto y uno de los niños le preguntó a su abuelo: “¿Y cuál de los dos lobos ganará?” Y el viejo cacique respondió: “Simplemente… el que decidas alimentar.”

3. Entonces, ¿qué podemos hacer para ayudarlos a programar sus mentes? El primer paso es programarnos a nosotros mismos, eligiendo los hábitos de pensamiento adecuados. Nuestro ejemplo les enseñará mucho más que nuestros consejos. Tengamos presente que necesitamos hábitos, y no unas pocas repeticiones a la espera de resultados mágicos. Elegir algunos hábitos en particular costará trabajo, requerirá atención y múltiples intentos, que a veces saldrán bien y otras no tanto. Un curso para aprender algunas herramientas básicas de PNL no estará de más.

Pero incluso si no queremos invertir nuestro tiempo en ello, existen algunos criterios básicos que podemos tener en cuenta e incorporar.

En el frente interno (dentro de nuestra familia) tenemos que cuidar nuestro lenguaje –nuestra programación– para inculcarle programas positivos: “vos podés”, “inténtalo de nuevo”. Esto requiere constancia (tiempo y repeticiones).

En sus relaciones con compañeros, docentes y otras personas externas al núcleo familiar debemos enseñarles a reconocer y neutralizar programaciones negativas, ya sea en forma activa (por ejemplo, que ante una descalificación aprendan a responder, aunque sea para sí mismos: “mentira, puedo haber tenido un mal día, pero puedo hacerlo mejor”) o pasiva, tal como ilustra el cuento de la rana sorda:

Había una vez un rey de las ranas que tenía una hija muy bonita. El rey no quería que la princesa se casara y por esa razón inventó una prueba muy peligrosa: una carrera hasta la cima de la montaña.

Muchos pretendientes se anotaron, pero estaban muy asustados. El día de la carrera se presentó la mitad. La gente les decía que no iban a poder, que era muy peligroso, que no valía la pena arriesgarse.

Cuando escuchaban eso, muchos corredores abandonaban la carrera. Pero una ranita seguía y seguía. Toing, toing, toing, saltaba y saltaba.

Los espectadores apostados al costado del camino le seguían diciendo que era muy peligroso. Pero la ranita seguía y seguía, hasta que llegó a la cima de la montaña y volvió.

El día que se casó con la princesa le preguntaron cómo hizo para superar una prueba tan difícil, y la ranita contestó: “a palabras necias, oídos sordos. Por eso no escucho a los que me dicen que no puedo.”

En definitiva, nuestros hijos pueden lograr cualquier meta que se propongan en tanto se mantengan enfocados. Y ese foco depende de la programación que tengan, lo que depende de lo que escuchen. Si su entorno les permite escuchar una mayoría de programaciones positivas, podrán lograr todo lo que se propongan en la vida.

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