“Te espero a la salida”
es una frase que más de uno ha escuchado en la escuela. En mi caso, Marcelo me
la dijo durante una clase de educación física en primer año de la secundaria,
allá por 1983. Evité la paliza saliendo junto con el profesor y volviendo a
casa lo más rápido que pude. Para la tarde, todo estaba olvidado. Un par de
años después éramos excelentes amigos y hoy somos los respectivos padrinos de
nuestros primogénitos.
La situación ha cambiado un poco en los últimos años. Ayer
los episodios de violencia escolar eran entre pares, con episodios puntuales
que duraban poco tiempo. Cualquier adulto -docente o no- tenía la autoridad y
voluntad para detener cualquier evento de agresión.
Hoy la mayoría de adultos
protectores se han retirado, y los episodios de agresión se multiplican y
extienden en el tiempo. Adultos que presencian hechos de agresión los minimizan
o miran para otro lado. “No te metas. A
ver si los padres de alguno de ellos después te agrede a vos” parece ser la
regla de conducta. ¿Qué está pasando?