A menudo mi abuela me decía que “nunca soplan buenos vientos para quien no sabe dónde va”. Creo que todos entendemos este refrán: necesitamos saber qué queremos (cuáles son nuestros objetivos) para poder alinear nuestras decisiones y acciones, y así poder alcanzarlos. No saber qué queremos nos hace perder tiempo y esfuerzo. A menudo hemos visto desperdiciarse a personas con mucho potencial, porque no saben hacia donde enfocarse. Como no queremos que eso ocurra a nuestros hijos, es importante enseñarles cómo establecer sus objetivos. Y eso tiene sus trucos. Yo tardé mucho tiempo en entenderlo, y quiero compartir lo que aprendí.
domingo, 3 de marzo de 2013
sábado, 2 de marzo de 2013
Todo lo que hay que saber lo aprendí en el jardín de infantes
Todas las primaveras, durante muchos años, me he impuesto la tarea de escribir una declaración de creencias: un Credo. Cuando era más joven, la declaración abarcaba muchas páginas, pues trataba de cubrir todas las áreas, no quería que hubiese cabos sueltos. Más bien parecía un expediente de la Suprema Corte, como si las palabras pudieran resolver todos los conflictos habidos sobre el significado de la existencia.
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